Durante generaciones se nos ha enseñado que el espacio público, el de la política y el poder, es el territorio natural de los hombres y el privado, de las puertas de palacio para dentro, el de las mujeres. Ulises partía en busca de aventuras, mientras Penélope le esperaba tejiendo en Ítaca. Los mitos clásicos y los cuentos de hadas han ayudado a perpetuar este status quo.